Positano o el paisaje perfecto.
- Concha Estremera Sáez
- 28 jun 2017
- 3 Min. de lectura
La primera vez que oí hablar de Positano fue en los 90, viendo una peli romántica llamada "Sólo tú", en la que Robert Downey Jr. perseguía a Marisa Tomei por Italia. Gran parte de la acción transcurría en esta localidad y me pareció un lugar tan bonito, que desde entonces tuve en mente ir.
Es una localidad costera de unos cuatro mil habitantes, a 58 kilómetros de Nápoles y a 16 de Sorrento. Positano está colgada casi literalmente de los acantilados. Sus coloridas casas forman una escalera de balcones y flores sobre el mar. Y dada esta disposición urbanística, siento decir que os tocará, no sólo andar, sino bajar y bajar y bajar escalones que luego habrá que subir, subir y subir.

Para disfrutar este lugar, lo único que hay que hacer es perderse por las angostas callejuelas e ir descubriendo rincones desde los que ver nuevos encuadres del paisaje, mientras bajáis a la orilla del mar. La Playa Grande es de piedras negras y se divide en una zona de pago y otra pública. Allí mismo encontraréis un pequeño puerto desde el que parten barcos como los de Positano Boats, que organizan excursiones y alquilan barcos para diseñar vuestra propia travesía. Al otro lado del acantilado hay otra playa, más pequeña, llamada Fornillo, de semejantes características.
La zona de la Playa Grande está rodeada de restaurantes de todas las categorías. Nosotros comimos en La Brezza Net Art Cafe, un bar con terraza en primera línea de playa, de ambiente moderno e informal, donde se puede comer, merendar o tomar una copa. A nosotros nos trataron de maravilla, así que estoy encantada de recomendarlo. Otra opción curiosa es coger un barquito que reconoceréis por tener un cartel rojo con forma de pez, que os llevará gratis a un chiringuito en la pequeña playa Laurito, a 5 minutos. Se llama Da Adolfo y existe con gran éxito desde 1966.
Alojarse en Positano no es precisamente barato, pero podéis visitar gratis las terrazas de hoteles de cuento como Le Sirenuse, que ofrece unas magníficas vistas de la costa (y habitaciones por mil euros la noche) o Il San Pietro, de precios similares.

Por lo demás, las calles están plagadas de tiendas donde comprar prendas de lino, bisutería, cerámica de Vietri sul Mare o Capodimonte, o helados y limoncello. Es casi inevitable entrar en ellas y apreciar las pequeñas piezas de artesanía y los sofisticados diseños hechos a mano que muchas de estas tiendas ofrecen.
Si se llega en coche, lo recomendable es dejarlo en algún parking que hay a la entrada del pueblo. Los más cercanos al centro están en Viale Pasitea, y son el Centrale y el Mandara. Un kilómetro antes de estos, están seguidos los parkings Anna, Ma.Cri, F.Lli Milano y Carpineto, que son también buenas opciones, por si no queréis arriesgaros.También se puede aparcar en la calle, en la carretera que atraviesa la localidad, pero es de pago y... difícil de conseguir en temporada alta. Si os da pereza volver a pie hasta los aparcamientos, de Piazza dei Mullini parte un bus local que sube por Viale Pasitea y os puede acercar. Se trata del que allí conocen como bus naranja, de la compañía Flavio Gioia.
Positano se puede disfrutar con amigos, como hice yo, pero sería un destino perfecto para una luna de miel o una ocasión especial. Cada rincón de sus calles desprende romanticismo y cenar en una de sus terrazas colgadas, viendo el atardecer puede ser de esos momentos que jamás se olviden. En realidad, darán igual las circunstancias de vuestra visita, porque allí la magia está asegurada.
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